Deborah Álvarez es peluquera. Tiene su negocio en Ciempozuelos, en Madrid, y en él trabajan, en total, tres personas. Mantiene los cierres echados de su local desde hace semanas y todavía no sabe cuándo los va a poder levantar. Raquel Alastuey, que es presidenta de la Asociación de Peluquerías de Zaragoza, se encuentra en la misma situación con su pequeña peluquería, en la que solo trabaja ella misma. "Qué más quisiera yo que poder decir cuándo voy a poder abrir", dice desde el otro lado del teléfono. Detrás de tanta incertidumbre solo tienen una certeza: cuando puedan volver al trabajo, no lo harán de la misma manera. "Esto va a marcar un antes y un después en nuestras vidas y en nuestros negocios", señala Raquel.
"Ya estamos formándonos y preparándonos", dice Deborah, que justo antes de descolgar el teléfono estaba, precisamente, asistiendo a una formación online. El objetivo es prepararse para lo que el Gobierno ya ha denominado "nueva normalidad". En ella, aunque el desconfinamiento sea más relajado, no se podrá bajar la guardia con respecto a las medidas de protección y seguridad destinadas a evitar nuevos contagios y un nuevo brote. La distancia física entre personas seguirá siendo, por tanto, la norma. Pero, ¿y en aquellos lugares en los que la distancia sea un objetivo imposible? "Nosotros trabajamos a 40 centímetros de nuestro cliente", dice Raquel. Entonces, ¿será seguro? Las dos son claras: con las medidas adecuadas, sí.
Por eso, y al igual que el Gobierno ya comienza a barajar las fases de la desescalada, peluqueras y peluqueros como ellas ya comienzan a plantear medidas con las que regresar a la actividad no suponga ningún tipo de riesgo. "Tenemos que tener claro que nuestra responsabilidad es con nosotros y con nuestros usuarios", dice Raquel. Por eso ella asume que, al igual que cuando se acude a un supermercado, la mascarilla, los guantes y las desinfecciones de manos empezarán a estar a la orden del día dentro de las peluquerías y los salones de belleza. Además, tal y como explica, muchos asociados a su organización ya han comenzado a aprovisionarse de materiales desechables. Deborah también lo ha hecho. "Vamos a implementar batas y toallas de usar y tirar", dice.
Pero no sólo eso. La cita previa, dicen ambas, se convertirá en un paso obligado antes de acudir a una peluquería. Y habrá que seguir la hora fijada a rajatabla. Si no, se corre el peligro de que acudan más clientes de los necesarios para mantener las medidas de seguridad y cumplir con el aforo que, indican, habrá que reducir. Además, antes y después de atender a cada uno de ellos, los tocadores deberán ser desinfectados, igual que las puertas o el mostrador, que deberán tener una higiene más habitual que la que tienen ahora.
Así se podrá abrir cuando el Gobierno y el Ministerio de Sanidad lo permitan. Algo que desean que ocurra más pronto que tarde. "Trabajar hay que trabajar. No nos podemos permitir el lujo de estar un año cerrados. Nosotros tendremos que extremar muchísimo las medidas de higiene y controlar el aforo, pero no será tan complicado", asegura Deborah. José Pérez Romero, portavoz de Alianza de Empresarios de Peluquería, también asegura que la adaptación será "sencilla". Al menos, dice, en Madrid, donde ya existe una ley higiénico sanitaria específica que, combinada con las indicaciones de la cartera que dirige Salvador Illa, permitirá reabrir las peluquerías con seguridad. "Así llegaremos a minimizar los riesgos para atender a los clientes con seguridad pero sin generar la alarma visual que puede provocar que los trabajadores vayan ataviados con EPIs (equipos de protección individual)", indica.
Acudir a un fisioterapeuta tampoco será igual: los profesionales atenderán tras un EPI
Hay otro sector similar al de las peluquerías. Al menos, en lo que a contacto físico cliente-trabajador se refiere: el de la fisioterapia. Fernando Ramos Gómez, presidente de la Asociación Española de Fisioterapeutas (AEF), ya asume que la desescalada no llevará consigo una vuelta a la normalidad tal y como se conocía en el mes de febrero. Por eso, dice, llevan dos semanas preparándose. "Ahora mismo nos encontramos inmersos en la tarea de conseguir equipos de protección individual. El mercado es volátil y nos encontramos en la fase de abastecimiento ya pensando en la reapertura, que pensamos que puede ser a principios de mayo", indica en conversación telefónica.
La importancia de estos materiales es vital. De hecho, la falta de ellos provocó que muchos de los centros de fisioterapia que permanecían abiertos como servicio esencial para prestar tratamientos de urgencia tuvieran que cerrar. "Solo se han podido realizar aquellos servicios que no han podido ser aplazados porque hacerlo suponía un deterioro de la salud del paciente", indica.
Pero además, en paralelo, su organización ya cumple dos semanas trabajando en un protocolo que permita "reabrir con las máximas condiciones de seguridad". Porque el paso del coronavirus por nuestro país "cambiará completamente" su forma de trabajar. "Tendremos que reacondicionar las salas de espera para que el espacio entre silla y silla sea mayor, modificaremos la gestión de las citas para que nunca coincidan dos pacientes al mismo tiempo esperando a ser atendidos y tendremos que planificar los tiempos de tratamiento teniendo en cuenta que entre cliente y cliente habrá que desinfectar todo el material empleado", explica. Además, y al igual que hará el sector de las peluquerías, las sábanas empezarán a ser de papel desechable.
"También haremos un cribado inicial. Cuando nos llamen para pedir una cita, preguntaremos a la persona si ha tenido fiebre, tos, pérdida de olfato... Si ha tenido estos síntomas, pospondremos la cita o la haremos de forma telemática", explica.
Todo esto tendrá consecuencias. Al menos eso prevé Ramos Gómez, que cree que la economía de los centros de fisioterapia se verá mermada por la desconfianza social hacia el contacto cercano. "Muchas personas, salvo que se vean en circunstancias delicadas, no acudirán al fisioterapeuta por temor al contacto", prevé. "Eso nos va a afectar, sobre todo a la hora de captar nuevos clientes", lamenta.
Volver a ganar la confianza de los consumidores con miedo a los contagios
Ramos Gómez incide de este modo en lo que Eduardo Abad Sabaris, presidente de la Asociación de Profesionales y Trabajadores Autónomos (Upta), considera la mayor tarea que tendrán que hacer los comercios cuando comience la desescalada del confinamiento: recuperar la confianza del consumidor, que podría evitar ciertos lugares para mantenerse a salvo de un posible contagio. Es algo que puede ocurrir, dice, en los pequeños comercios de hostelería. Y que provocaría, continúa, que la pérdida de ingresos no cesara con la salida del confinamiento y que lo peor pudiera llegar después. "Presuntamente, el día 11 de mayo hay sectores que empiezan a funcionar —a no ser que el Gobierno prorrogue el estado de alarma. Por tanto, tenemos unos 20 días para adaptar las normas de higiene y salud de nuestros trabajadores y para adaptar nuestros establecimientos a lo que va a ser el objetivo de ganar la confianza del consumidor, que vive en una situación de miedo a los contagios", dice. "Se nos viene encima una situación de tremenda desconfianza. Y eso es un problema", añade.
Por eso, más allá de la demanda de ayudas inmediatas para los autónomos, hay que pensar en cómo será la vuelta a esa "nueva normalidad". No se prevé nada fácil, sobre todo teniendo en cuenta que, además de la pérdida de confianza, el sector se enfrenta a medidas de seguridad como las reducciones de aforo y el cierre de fronteras, lo que limitará el turismo. Y todo justo cuando llega el periodo de mayores ingresos para el sector. "El verano nos traía a consumidores de fuera de España, ¿cómo vamos a suplir eso ahora?", se pregunta Abad Sabaris.
José Luis Perea, secretario general de la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA), recuerda además que el golpe no hace si no perjudicar a un sector que ya estaba en crisis. "El comercio es un sector castigado. Uno de cada cuatro autónomos en nuestro país es comerciante y ya luchaban contra viento y marea, por ejemplo, contra los hábitos de compra por Internet", dice. "Luchar contra esta modalidad de compra tan cómoda es complicado, así que era un sector que ya atravesaba una crisis severa y sobre el que ahora se ha creado más alarma", indica. Por eso, cree que la reapertura no debería tardar. Pero eso sí, con garantías.
Así, aplaude la medida puesta en marcha por Alemania, que desde este lunes ya permite la apertura de los comercios de menos de 800 metros cuadrados. "Entiendo que tendremos que ir siguiendo los pasos que se dan" en otros lugares, dice Perea, que indica que, al menos, durante las semanas de confinamiento ya hemos cogido cierta experiencia. "Ya estamos acostumbrados a ir a pequeñas tiendas de alimentación de barrio donde se establece un aforo determinado, y los primeros pasos en el sector del comercio irán en esa línea", indica. "A lo mejor tenemos que esperar para entrar en los negocios, pero habrá que acostumbrarse hasta que el tema sanitario esté más controlado, se desarrolle una vacuna y podamos superar esta crisis", sentencia.